jueves, 7 de mayo de 2015

A la sombra de los anacardos

"Esta mañana me despertó
la música de las calabazas.

Mamá me dejó dormir
porque hoy es fiesta en Bissau,
y no hay escuela".


Somos muy asiduos a la biblioteca. Cada semana o quince días pasamos por ella para disfrutar de gratos momentos en su interior y, a la salida, de uno de los parques más bonitos de nuestra ciudad. Tenemos asimismo una gran ventaja y es que una de las bibliotecarias resulta ser una de mis antiguas compañeras de la Universidad. Hace ya semanas me comentó que mirase en unas estanterías a las que yo no había prestado nunca demasiada atención. En ellas, descubrí este cuento que llevaba tiempo queriendo leer y del que hoy os voy a hablar.


"Tiene flores verdes, a veces amarillas, y unas frutas rojas que se comen. Siempre le pregunto cuándo me voy a curar, para no ir más al hospital. Las hojas, que mece el viento, parecen decir: ¡Pronto…, pronto…!"

Este bello libro ilustrado nos habla del grave problema del SIDA en Guinea Bissau, país africano en el que la mortalidad infantil es muy elevada. La pequeña protagonista es una niña que vive con miedo a la muerte, presente incluso en el carnaval, pero con la esperanza de que con los cuidados de su dedicado doctor logre esquivarla. 

Ella no es la única que sufre este temor. Algunos de sus amigos lloran en el hospital. Ahora ella ya no tiene miedo a este lugar y no llora para que el río pueda estar tranquilo. 


Y, mientras tanto, los niños y niñas guineanos trabajan vendiendo cacahuetes o bananas en el puerto. Tienen que ayudar en la difícil economía familiar. En la escuela aprenden palabras como epidemia o plaga de langostas, pero también cooperación. Esta sensación agridulce acompaña toda la historia en la que también existen momentos para la felicidad. El anacardo se convierte en un refugio lleno de simbolismo, testigo de los juegos de esta infancia. A la sombra del anacardo siempre hay esperanza y, con ella, se respira la vida.


Este libro formará parte de nuestra biblioteca física y particular en breve. Esperaré un tiempo para compartirlo con mi hijo. Creo que su lectura sería adecuada a partir de los siete u ocho años. El texto es sencillo, pero el contenido profundo. Las ilustraciones como podéis ver son bellísimas. El color inunda cada página, lo que ayuda, a pesar de la dureza de la situación, a poder vislumbrar ese mensaje positivo de esperanza que ya mencioné. Desde luego, os recomiendo su lectura.

Podemos disfrutar de este cuento, cuyo autor es Antón Fortes e ilustradora Simona Mulazzani, gracias a OQO Editora.

Seguiremos en Mis cuentos cuentan.


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