"Había una vez una niña bonita, bien bonita. Tenía los ojos como dos aceitunas negras, lisas y muy brillantes. Su cabello era rizado y negro, muy negro, como hecho de finas hebras de la noche. Su piel era oscura y lustrosa, más suave que la piel de la pantera cuando juega en la lluvia".
He de reconocer que la primera vez que leí sola este cuento me quedé así como un poco pensativa. No sabría ni explicaros el motivo, simplemente necesitaba analizarlo con mayor profundidad. Tras varias lecturas posteriores, y viendo como mi hijo disfruta del mismo, voy cayendo en la cuenta de detalles que se me escaparon en mi primer acercamiento. Por encima de todo, este cuento es una reivindicación profunda de lo que es la negritud y una exaltación de su belleza.
Este cuento es la historia de una niña negra bonita, muy bonita, y la de su vecino curioso e insistente, un conejito blanco. El conejo estaba totalmente prendado de la belleza negra de la niña. Para él, la niña bonita era la persona más linda que había visto en su vida y deseaba tener una hija así de bella y negra cuando se casase. Tal era su admiración, que el conejito decidió preguntar a la niña en tres ocasiones distintas cuál era el secreto para ser tan negrita. La niña, en su ingenuidad y de una forma imaginativa, le respondió en las tres ocasiones como sigue: la primera, afirmó que un frasco de tinta negra le había caído encima; la segunda, que de muy pequeña había tomado mucho café y, la tercera, que de chiquita había comido mucha uva negra. El caso es que, en las tres ocasiones, el conejo, casi diría yo como un buen científico, decidido a comprobar estos tres motivos y convertirse en un conejo tan negro como ella, fracasó en su cometido.
Es en esos tres intentos del conejo a ser tan negro como la niña bonita en los que encontraremos situaciones divertidas con las que mi hijo se rió y mucho. ¡Cuestiones de edad! :)
Al final, es la madre de la niña bonita la que le da al conejo blanco la explicación verdadera: "Ningún secreto. Encantos de una abuela negra que ella tenía". Y es aquí cuando se trata la herencia genética. El conejito blanco se da cuenta que debe casarse con una conejita negra para tener una hija negrita y linda como la niña bonita. Y así lo hace. Y tuvieron muchos conejitos: "blancos, bien blancos; blancos medio grises; blancos manchados de negro; negros manchados de blanco, y hasta una conejita negra, bien negrita", de la que niña bonita se hizo madrina.
Y, cuando a la conejita negra le preguntaban por su secreto para ser tan bonita, ella lo tenía claro: "Ningún secreto. Encantos de mi madre que ahora son míos".
Cuánto más leo este cuento con mi hijo, más juego descubro con él para dar pie a conversaciones importantes para nosotros. Pero, además, a través de sus ilustraciones y viendo el mundo en el que se desarrolla la historia, un mundo de mestizaje y diversidad, podemos apreciar de forma muy contundente esa llamada al respeto hacia lo diferente.
Este cuento puede servir de relevante herramienta en las aulas, ya que el racismo no nos es ajeno. Con su lectura sencilla y agradable y con la presencia simpática y cercana de sus dos protagonistas, podemos conseguir que aquellos que no son negros sientan y valoren la belleza de la raza negra y que aquellos que sí lo son, se vean reflejados con orgullo en su identidad. Los colores de la piel se sienten unidos y, por encima de todo, es un canto a superar la discriminación racial.
Podemos disfrutar de esta maravilla de cuento, cuya autora es la brasileña Ana María Machado e ilustradora Rosana Faria, gracias a la Editorial Ekaré.
Si os apetece ver y escuchar el cuento, podéis hacerlo aquí.
Seguiremos en Mis cuentos cuentan.